NÚMERO 6 - EDICIÓN JUNIO/JULIO 2009




EDITORIAL:
FONDOS CONCURSABLES: EL LLANTO DE SIEMPRE

Los meses de Junio y Julio suelen ser los más fríos y los más evocadores del invierno curicano, y por qué no, de la zona centro sur de Chile. Los Andes están más nevados que nunca y la lluvia se deja caer seguido, con intermitencias de un frío arrasador. Pero son los árboles en su desnudez los que nos hacen preguntarnos por la calidad de stand-by de creadores, artistas y poetas. Es como si la lluvia que se acentúa en esta época del año estuviera en directa correspondencia con el llanto que inunda las caras de los susodichos y la desnudez vegetal fuese la conditio ex corpore a la que deben retornar muchos tras dados a conocer los resultados de los fondos concursables en cultura que año tras año dejan a más de alguno feliz (se asegura la supervivencia por seis meses) con el compromiso "ciudadano" de generar iniciativas de creación y difusión conforme al desarrollo intelectual y cultural como se debe (ahí está el pero...); con todos sus bemoles, una lata diagnósis de varios años y una institucionalidad cultural que cada vez más tiende "institucionalizar" esos fondos en el "grand prix" de las artes. Aquí, es el segmento de los no ganadores, por no aplicarles el adjetivo de perdedores lo que nos mueve en esta editorial.

Palos por que los fondos bogan y palos por que no bogan, lo único cierto a estas alturas es que a medida que han avanzado los años desde la instauración de esta modalidad, tambien se instauró el parasitismo creativo, resumido en esa misma "institucionalización" de muchos postulantes y ganadores que año tras año no modifican mucho los listados de ganadores. Este fenómeno también tiene su explicación como todo en la vida: o son proyectos muy buenos, de excelencia a los cuales es imposible pasar por alto o simplemente "es lo que hay", es decir, el número de proyectos potentes y que den seriedad al proceso son solamente esos, en detrimento de los que postulan por primera vez o del mayoritario número de proyectos de pésima calidad. Así las cosas, la aristas del tema van tambien por el lado de la institucionalidad misma -ignorancia de los canales de selección, evaluación y elección, nombramiento de los especialistas como evaluadores y jurados, etc.-.

No es difícil ahora imaginarse el cuadro: voces airadas de protesta por parte de los no "favorecidos" (a estas alturas y con lo del parasitismo, se asume como una bendición el ganarse un proyecto) han de llenar a estas horas las oficinas de los la institucionalidad y los encargados de fondos con una cara de "norte" que no se pueden pero siempre, con la explicación precisa y al dedillo digna del mejor jefe de servicio concertacionista -orden canónica tras estos 20 años-. Y es que la gente, por un lado, no se digna a entender que los responsables son en gran medida los canales del proceso. Son allí cuando se producen las dicotomías que dan tanto fragor a las reclamaciones como la típica descalificación por los jurados a proyectos que califican la etapa final con puntajes sobre los 95, por ejemplo (la clasificación a la instancia final es por sobre 80 pts.). No se entiende, lógico, pero pasa y casos abundan. No nos vamos a venir a ver la suerte entre gitanos ni menos entre curicanos.
Con todo, sabemos y se asume que los vicios abundan como también los casos de buena ejecución y proyectos justificadísimamente elegidos. El problema es otro.



Lo que han hecho todos estos años los fondos y que han logrado acertadísimamente los burócratas del MIDEPLAN (que es donde se planifica todo lo que va a pasar en este país) es, en pocas palabras eso: INSTITUCIONALIZAR las artes en virtud de hacer dependientes hasta el hartazgo a artistas y creadores en sus labores generando un valor agregado al oficio creativo y que es el de la presunción frente a los pares respecto de ganra un proyecto: "soy mejor que este porque gané y él, perdió". Una máxima del neoliberalismo. Por otra parte, hace que el año entero los no favorecidos, pululen en el llanto y dándose de cabeza en el muro de los lamentos con la abulia acostumbrada que caracteriza la idiosincrasia nacional. Por último, la justificación de la institucionalidad -y que es cierto, sí- es que los comités de especialistas hacen lo que pueden con los recursos para dejar a todos contentos. Y todo queda ahí, hasta el año siguiente con la consiguiente renovación de la esperanza de ganarse algo.
La moraleja podría ser mucho más política, pero hay algo que deseamos concluir y que es el descanso de la institucionalidad en ese proceso, es decir, se hace cultura y ahí, para los críticos, está lo evidente... los proyectos.
Es por eso, y si nuestros lectores ya conocen bien nuestra revista, muy pomposamente agregamos en una de las columnas laterales de nuestra web la sabia sentencia: "Nosotros tampoco contamos con el apoyo de..."
La diferencia es que no lloramos. Hacemos.