CRITICA DE LIBROS
por Bobby,
el ochentero desenfrenado
Cristián Muñoz López
poesía
Editorial Cuarto Propio
2008
72 páginas.
A veces, como se dice en la jerga del lolerío insulso y televisivo, "pasó la vieja" con algunos títulos y libros que de cuándo en vez mas que de vez en cuando, adornan el tibio y pobre espacio de las publicaciones en poesía nacional. Bien por Editorial Cuarto Propio que, bajo las explicaciones de no se sabe cómo, persisten en la empresa de apostar por las y los poetas chilenos como parte fundamental de su catálogo de salidas al mercado en tiempos en que ni a los gatos se les ocurriría invertir en algo tan desfasado y a contracorrientes como es la triste lírica nacional (sostengo que es triste para ocupación empresarial irse a pique comercialmente con la osadía de publicar poesía, no porque la poesía chilena sea triste, aunque sí lo sea, offcourse). Bien por quiénes se atreven... Cuarto Propio lo hace y aunque los nombres sean los eternos Bertoni, Fariña, Millán, Berenguer, Brito y para qué decir los Díaz, sale de cuando en vez algo que pareciera resfrescar la empresa en cuanto a nombres nuevos y lejos de los "canónicos" ya citados (lo peor es que dicen ser canónicos, estando lejos, muy lejos de ello). Cristián Muñoz López, de Copiapó, "de Atacama adentro" cómo diría Rojas, es uno de ellos. Y aunque haya "pasado la vieja", pues la obra referida aquí es del 2008, "Nací para robar rosas en las avenidas de la muerte" bien merece una referencia por esta diferencia, hito y novedad.
La poesía de la medida es lo que primero contemplamos a través de los versos cadenciosos de sus primeras líneas. Claramente al leer y tratar de adentrarse en la obra cuesta "adentrarse", pues ni siquiera hay entrada, es decir, se pasa por fuera... no hay misterio de gato ni gato encerrardo apenas se lee; cierto que es la primera parte del libro, "Temporada de infiernos y paraísos" en que esas mismas flamas que podrían llamarnos al fuego de la poesía que Muñoz, -supongo- intenta destrabar no pasa de ser un ejercicio de monumento a la modorra y a la autolesceración tan propia de los poetas de su generación (el autor nace en 1974). Paja molida, por lo menos para mí. No podría referirme a una mala poesía o a un canto a la inactividad de lo volcánicamente lírico sino rescatase dos poemas de esta primera parte (que, lo reconozco: pasó días junto a la lavadora del baño para ser leído por completo... ya contaré por qué) que son "El río", poema evocativo de las soledad misma del ejercicio de la poesía para Muñoz y que a su vez entronca con la sensibilidad y autoconciencia de la convicción mesiánica del ejercicio literario, más artístico que literario que deja claro en "La Escritura". Sigo y reitero, que el resto de esta primera sección vendría a ser parte importante de una especie de resumen de la obra "adolescente" de Cristián Muñoz y que muchos poetas rescatan (aunque sea de bajo nivel cualitativo) cuando publican un libro en alguna editorial "importante"; claro está que ese gesto de valentía lo hacen por el cariño que tienen a sus poemas escritos en los tiempos en que tanto las hormonas como el exceso de confianza les hacían creer que eran los mejores aedos existentes no constituyendo el material aludido sino más que antecedentes para la posteridad en cuanto a inicios en el oficio.
Eso de poesía de la medida se vuelve en "Nací para robar rosas de las avenidas de la muerte" una regla de vida monacal para el autor. No pasan de breves líneas las apoteósis de poemas como "El ritmo", una copia (plagio de intención le dicen los eufemistas del objetivismo) de un poema de Gonzalo Rojas, "Rimbaud". Muñoz alude a esa necesidad del genio, pero no es más que eso, una breve alusión de corte budista. Muy medido, el poeta. Muy apegado a esa mala regla de la extensión confundida con que el ritmo se consiguiera tratanto de hacer del verso una máxima filosófica de corte oriental. Pasando y pasando, pocos poemas de este libro alcanzan alguna cima epifánica, alguna catarsis tanto lingüistica, por no decir dos que demuestran a todas luces que tanto las herramientas como el manejo de estás son parte del oficio del autor: "Tránsitos ii", retratando la ciudad natal, poema compacto y bien urdido en cuanto a su dramatismo y soledad. Creo que no había necesidad de dividir el libro tras esta segunda parte titulada "Ciudad de la nada" y que a continuación le sigue "Oración", poema en cuatro cantos donde retrata desde su panoptia poética las sandeces de la religiosidad popular atacameña con la figura circense de la Virgen de la Candelaria, asumiendo Muñoz los vicios neoliberales en la persona de un penitente dónde asoma muy tímidamente un discurso ya mas político. Desea atraveverse en un plano algo incendiario pero se desinfla acorralado por la medida, otra vez.
"Panteón de los poetas", la última parte del libro es nuevamente una intentona de ensayo lírico moralizador respecto de la propia sensación pecaminosa que asume el autor como una especie de "cristo redentor" de la poesía y de su entorno. Tengo la impresión que con el libro éste, si es que no se atreve con algo más conceptual, se crucifica antes de ser siquiera azotado. Con todo y huelga a decir, el sentido de la medida le pasa tanto la cuenta a Cristian Muñoz en el libro que no hay en absoluto ningún momento cúlmine en la obra, demasiada irregularidad en el discurso que no hace más que abandonar su lectura nunca más allá de pasajes; por eso pasó tiempo en mi guantera y no precisamente por ser una lectura de cabecera. Siempre es importante la motivación para leer, pero en este caso, me provocaba una profunda sensación de modorra, insisto, en su primera parte.
Por último, de más esta la brevísima cita de Raúl Zurita sobre el autor en la contratapa y esto por dos motivos: primero, no hay que desvirtuar las referencias de terceros rescatando solo la clásica alusión "cornetera" cuando se le encarga a algún "heavyweigth" esta referencia; el libro nace muerto asi, lisa y llanamente. Lo segundo, dice relación con la absoluta desvergüenza de Zurita al sostener que es "una de las revelaciones verdaderamente entusiastas de la nueva poesía que se está escribiendo hoy en Chile". Se nota que corrieron unas buenas botellas para el premio nacional.
Recomiendo a todo aquél que se atreva a publicar, una portada un poquito menos "cítrica" si es que desea agregar algo más cuando el presupuesto es escuálido al momento de los "dos colores" en el couché opaco.