LUCES SOBRE “TECNOPACHA” EN LA OSCURA TARDE AMERICANA (*)“Tecnopacha” (Editorial Zignos, Lima, Perú, 2008), de Oscar Saavedra Villarroel.

(*) Presentación leída en el Día Internacional del Libro, 23 abril 2008, Curicó

por Eduardo Leyton-Pérez (**)


INTENTOS TOTALIZADORES DEL MUNDO POÉTICO
La construcción de los discursos en la historia de la poesía han tenido que esperar para salir de las catacumbas camadas de años y de procesos entremedio: Homero, “El Cid”, Rolando, Ercilla, “Anábasis” de S.J. Perse, “La tierra baldía” de T.S. Elliot, todos ellos en el concierto europeizante, del cual todos somos hijos considerando el idioma. Huidobro y “Altazor” en las ansias de ser fundacionales y de repatriar a la poesía desechando una vaga idea, así como una “Liga de Naciones” y aunque duela, el “Canto general”, proyecto de contrarrestar en la épica la resurrección del cuerpo americano, que aunque lacerado y famélico se impone en el mundo abrazando la hermandad de los continentes oprimidos que son la mayoría de los pueblos que caminan a “patita pelada”. El deseo estético de convertir a la épica en un respiro contestatario yace en su propia naturaleza y deseo de trascendencia: la lírica del desuso, el “ab imo pectore, clamavi” del condenado o la impotencia de un prisionero político.

Todos lo nombrados parten de la premisa de ser fundacionales en sus ansias de un discurso totalizador. Al menos eso pretendieron los aedos: provocar la crisis en sus camaradas y de paso, incentivar la reflexión no de un núcleo, si no de pueblos enteros.

Así y de frente, de bruces, el que escribe se encuentra con el poeta “pacha” Saavedra, pero “andesground” por sobre todo (como se leyó por ahí…). Digo de bruces, así, de bruces y de caída en la violencia del asfalto ante el recibimiento de una obra señera, que se proyecta como tal, que nace del grito épico es el refresco y el recambio urgente cuando “todo el equipo juega mal” (of course…) en medio de un panorama desolador dentro de la poesía tanto chilena como latinoamericana en una ausencia casi absoluta de comprender que el arte, -y el arte grande que es la literatura-, se diferencia a pasos gigantescos de las artes decorativas: poesía y discurso, conciencia de lo heroico y de la tarea transformadora de la poesía, que de nacer en lírica es siempre y para siempre, política. “Todo lo estético es político”, decía Pablo de Rokha y hoy como nunca, la transformación social pasa por manos de los artistas. Allí está situado “Tecnopacha”, la primera entrega del proyecto “dOPING HISTÓRICO” de Oscar Saavedra Villarroel. Coincidentemente, este se publica en el país hermano del Perú, pues y como es de comprender, la inclusión en las estanterías del freak mundillo editorial de Chile de un libro como “Tecnopacha” es un “siga participando”: el raigambre político no resulta ser una buena “negación del ocio”. Y aunque ambos países hermanos también lo son dentro de su cada vez más escuálida condición de sociedades no lectoras, es Perú y con justicia, tierra pródiga en la historia de América donde “Tecnopacha” emerja casi como una declaración de justicia antes las postergaciones de la América morena.


POR QUÉ UN LIBRO ÉPICO EN TIEMPOS ANTI-MÍTICOS
Las referencias transformadoras de la poesía se traspolan a lo épico cuando existe voluntad de construir un obra viva. “Tecnopacha” reúne esta característica unificadora en sus aspectos imaginativos con la capacidad de proyección del futuro. Se fusionan en una amplia gama de gestos y tribulaciones del habla urbana, que es la apoteosis de la literatura post-moderna. Ya lo decía la Mistral: “Y porqué no Efigenia a Ifigenia” refiriéndose a las “hablas” del Elqui ancestral y cósmico. Entonces Saavedra se fuga del cadalso de la inacción crítica de la estofa kitsh de los “poetastros” nacionales y camina libre por la calles de “Tecnopacha” recogiendo trastos para el reciclaje del idioma que comienza a crear; por que si el poeta no está a plena conciencia de su labor creativa y que a la vez re-crea el idioma, va perdido en la antesala del Dasein que le espera. Oscar Saavedra recorre no solo las esquinas y contrasentidos del Santiago de Chile original, sino el motivo de los caminos y de los viajes tomando razón y forma al equiparar los límites americanos relatando los ires, venires y devenires de los “pachas”, que somos nosotros, los americanos y no sectarios. El poeta también es un “pacha” hambriento de diálogos, desafiante a los estados, solidario en el mito de la resurrección continental, relator de lo gárrulo de 500 años de espera, engaños y proyectos estáticos pero que inaugura la reflexión de un nuevo mito con el “dOPING HISTÓRICO” donde el barbitúrico de la mentira occidentalizadora, donde la razón instrumental de nuestros siglos precedentes olvidaron al hombre suburbano y esas “hablas”. Cuando falla la promesa de la razón y que también alguna vez embelesó a la poetas más que a la poesía, el “pacha” viajero opone visiones como sacerdote de lo imposible destacando la genuina persecución hacia su proyecto reivindicatorio de la nacionalidad americana herida y deforme pues protagoniza una dualidad de corrientes que, sin ser lo demasiado profundas en cuanto a las formas que toma el poema, reminiscencias de una post-vanguardia o del ascenso gradual a un diálogo nuevo a partir de la crisis que en “Tecnopacha” queda de manifiesto en el tomo político de denuncia.

Cuando Saavedra habla de un proyecto, directamente alude -en esencia- al nacimiento de un mito poético, de una nueva forma de reflexión, creación y manifestación lingüística con la manipulación y reformulación que hace del verso y su sentido significante en la transgresión lógica y racional del discurso: lee los elementos de la post-modernidad desde un anverso radical otorgándole la significación que en los hechos y en las personas, incluso en las sociedades provoca. Hablas y gestos de lenguaje no verbal en su sentido estricto, lo que provoca miedo y daño en los cuerpos no merece reparos ni eufemismos y estos de desenvuelven en lo siniestro del “hommo occidentalis”. A eso le llamamos con toda soltura y espontaneidad, un mito nuevo, una revelación nueva, una videncia pero de un presente-pasado.


UNA LECTURA POLÍTICA A UN LIBRO POLÍTICO

Tecnopacha es un libro político, -jamás panfletario- y se siente. Si el proyecto y el concepto de “dOPING hISTÓRICO” abarca lo concreto de la historia y el protagónico del lenguaje, la dimensión del materialismo, podríamos provocar una sensación de fresca dialéctica en sus versos: el instrumento de esa filiación subconsciente es la condición de creación poética; la capacidad lírica se hace medio expresivo como lo que es, en sí mismo, síntesis de lo que desea provocar y la respuesta consecuencial es la sensación de crisis y reflexión a lo que debiese dar lugar la antítesis del hecho inicial. ¿Resguardo hegeliano, paráfrasis del marxismo? Sólo Oscar Saavedra, poeta “andesgronund” puede darnos esa llave, pues en “Tecnopacha” se avizora una tesis a la denuncia, la poesía y el vuelo del verso como eje contestatario premunido de un alto ejercicio lírico y una voluntad férrea de reflexión, crítica y debate dentro de un programa poético sin cuyo oficio, el mito, eje del cual se desprende todo poema, no existiría, pasando sin eso solo a formar parte de las toneladas de diagnósticos y estudios americanos vencidos por el tiempo, vacío y terquedad occidentalizadora. Quién no entienda al arte como vitamina indiscutible en el intento de una sociedad más humana y justa, no podrá leer el sustrato político de esta obra y de su sentido americano, épico y lírico de primera línea. No puede ni podrá jamás disociarse, aunque el sistema se empeñe en ello, poesía de política, ni política de estética. Ahora, menos mito de poesía.


UN DIAGNÓTICO CLARO Y UN PRONÓSTICO PARA EL PRESENTE
“Tecnopacha” y la voz de Oscar Saavedra Villarroel ventila el cielo americano y resitúa a la poesía chilena en su leit motiv épico. Creación y discurso transformador recuerda lo mejor de la tradición lírica de América cuando no solo los edificios públicos se construían con visión de futuro, indestructibles, amplios y democráticos. La poesía también lo asumió y se nos viene al recuerdo la generación del 36, en Chile. Acción y poesía mancomunadas en un proyecto de país y de continente. Saavedra recupera ese espíritu sin fronteras. En buena hora, ante la insensatez como ya se dijo, de tanta faramalla snobista. Esta poesía de Oscar Saavedra sí está marcando una resurrección limpia del oficio poético: estética, política y literatura. Semiótica para algunos, honestidad para muchos.

Que “Tecnopacha” sea Prometeo para América y para la poesía; que alimente el fuego eterno de la lámpara poética. Bogamos por que no sea jamás encadenado, por nuestro bien, el de América, de nuestra gente pero ante todo, de nuestra poesía, nuestra lírica gigante, en fin, nuestras “hablas”, las de aquí.





(**) Biografía disponible en las entradas de poesía y editor